* Las aberraciones del ejercito rojo...*
“HECHOS HISTORICOS REALES QUE IMPACTAN”
¡Soldados del Ejército Rojo, arrancad por la
violencia el orgullo racial de las mujeres
alemanas!... ¡Violad, destruid, matad!.
Ilya Ehrenburg, Jefe de propaganda del Ejército
Rojo.
En la aldea de Dahlem, recuerda una mujer, «los
rusos se colocaron en fila delante de un grupo de
mujeres. Ni siquiera se daban cuenta de que
algunas estaban agonizando, porque habían ingerido
veneno o sufrían hemorragias internas. Los
soldados les abrían la boca a la fuerza y las
obligaban a tomar bebidas alcohólicas».
Anna Seddig, una joven de Prusia oriental que
intentaba escapar de la guerra encinta y con su
hijo de un año, Siegfried, fue otra víctima de los
rusos. «Una noche, cuando buscábamos un lugar para
refugiarnos, nos topamos con un grupo de soldados.
Nos iluminaron con una linterna. Uno me dijo:
"Te vamos a llevar a un lugar donde podrás
pasar la noche". Era un refugio antiaéreo.
Ahí me violaron, uno tras otro. Era como si
estuviera muerta, tenía calambres por todo el
cuerpo. Sientes repugnancia, sólo sientes
repugnancia. Éramos blancos legítimos para los
rusos. No sé cuántos hombres había, 10, 15...».
Muchos han intentado ocultar lo ocurrido.
Cornelius Ryan, autor de The Last Battle, donde
narra la caída de Berlín, descubrió que tras
publicarse el libro en 1966 algunos editores lo
presionaron para que eliminara pasajes como el
siguiente:
Mientras continuaba la batalla, se producía otra
ofensiva salvaje. Era encarnizada, personal.
Las hordas rusas que llegaban tras los
disciplinados veteranos del frente exigían el
derecho de los conquistadores: las mujeres de los
conquistados». «Úrsula Roester dormía en el sótano
de una casa de Zehlendorf junto con sus padres,
sus hijas gemelas de seis años, y Bernard, su hijo
de siete meses, cuando cuatro soldados rusos
golpearon la puerta con la culata de sus fusiles».
«Registraron el refugio. Un soldado ruso encontró
un frasco de perfume francés. Lo destapó, lo olió
y lo derramó sobre su uniforme. Otro encañonó a
los padres e hijos de Úrsula y los encerró en el
sótano. A continuación, los cuatro se turnaron
para violarla.
Al día siguiente, a eso de las seis de la mañana,
Úrsula estaba amamantando a su bebé cuando otros
dos soldados rusos entraron en el sótano».
«Intentó escapar por la puerta con su bebé en
brazos. Pero estaba muy débil. Uno de los rusos le
quitó el bebé y lo colocó en su cochecito. El otro
la miró y sonrió. Ambos la violaron...». El legado
de la campaña de violaciones del Ejército Rojo es
imperecedero.... Hanna Gerlitz, esposa de un
banquero de Berlín, fue violada por seis soldados
rusos delante de su marido. «Cuando terminaron»,
recuerda, «dispararon sus fusiles al aire. Las
otras personas que estaban en casa creían que me
habían asesinado, hasta que les grité: "Estoy
bien. Ya todo ha acabado"». Después tuve que
consolar a mi esposo y ayudarlo a recobrar el
valor. Lloraba como un niño.
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Gonzalo -