Secuestrada y violada a sus quince años
Sandra tiene 15 años y a su corta edad, ha sido víctima de secuestro, abuso y trata de personas. Lo anterior, a pesar de que la Fiscalía recibió la denuncia hecha por sus padres inmediatamente después de su desaparición.
El 19 de febrero del 2012, Sandra fue “levantada” en un cibercafé de la colonia donde vivía y llevada a una granja donde permanecían varias jovencitas de su edad. Allí fue drogada y abusada sexualmente en múltiples ocasiones durante los 8 días que permaneció lejos de su casa.
“Fueron las horas más horribles de mi vida”, dice y su voz se vuelve inaudible por momentos mientras recuerda los días y las noches que pasó en aquel lugar.
Lorena, su madre (a quien se le cambió el nombre al igual que a su hija para protegerlas), dice que Sandra había ido al “cibercafé” a hacer una tarea que le encargaron en la secundaria, y mientras estaba allí, un grupo de jóvenes, liderado por una adolescente de la misma edad de su hija, la sacó del lugar y la subió a una camioneta. Se la llevaron, así nada más, sin recato ni respeto alguno. Nadie hizo algo.
Toda la tarde Lorena esperó el regreso de Sandra pero al caer la noche, la preocupación le hizo ir a buscarla al cibercafé donde alguien le dijo que se habían llevado a la fuerza a una muchachita con las mismas características de su hija. El corazón de Lorena estuvo a punto de detenerse en ese instante por el impacto. Su hija, “su princesa” estaba en manos de “Dios sabía quién”.
“No supe qué hacer en ese instante”, recuerda y dice que como una autómata salió a la calle a buscar algún indicio del paradero de Sandra. La noche se convirtió entonces en el mejor aliado de la delincuencia y la maldad. Lorena regresó a casa para informar a su marido y el resto de sus hijos, lo sucedido.
“No sabíamos qué hacer o a donde ir; tampoco sabíamos si debíamos ir a la Fiscalía”. Optaron por esto último e interpusieron la denuncia.
Toda esa noche, dice, “lloré lágrimas de sangre porque la incertidumbre por un hijo es lo peor que puede pasarle a alguien y no se lo deseo a nadie”.
Los días siguientes, la búsqueda se intensificó y empezó a preguntar una a una entre las amigas de Sandra; finalmente, casi una semana después de lo ocurrido, dieron con un muchacho que les ayudó a poner un “cuatro” a los que secuestraron a la joven. La llevaron a un lugar donde esperaría un supuesto “cliente” y allí la rescataron ella y su marido.
“La Fiscalía apoyó un poco pero fuimos mi esposo y yo los que anduvimos moviéndonos día y noche hasta encontrarla”, asegura igual que pregunta ¿dónde están los derechos humanos?
De los captores, Lorena dice que era una joven de 15 años la que reclutaba a niñas de su misma edad y se las llevaba, pero al darse cuenta que Sandra había sido rescatada, la adolescente huyó hacia la sierra y “la policía dijo que no podían detenerla porque era menor de edad”.
La agente del ministerio público que atendió el caso, agrega, le dijo que “mejor no le siguiera moviendo porque eran gente pesada y no solo volverían por Sandra sino por toda la familia”.
Al día siguiente del regreso de Sandra -continúa- un grupo de jóvenes llegó hasta su casa a quebrar vidrios y ocasionar diversos daños como señal de advertencia lo que, aunado al miedo que ya tenían, los obligó a cambiarse de domicilio continuamente siendo ésta última, la sexta vivienda donde habitan en apenas un año.
Luego de lo ocurrido, Sandra fue victimizada una vez más por parte de compañeros y maestros de la escuela a donde asistía, quienes al enterarse de lo que le había sucedido, se burlaban de ella y le decían que seguramente estaba embarazada de uno de sus tantos agresores.
Las cosas llegaron a tal extremo, que los propios maestros de la escuela le enviaron a Sandra una pareja que no podía tener hijos para que les entregara en adopción al niño de su supuesto embarazo.
“No se vale que se burlen y dañen así a las personas”, dice Lorena, “mi hija no estaba embarazada y solo es una víctima”.
Luego del incidente, tanto Sandra como sus hermanas, tuvieron problemas de bajo rendimiento escolar debido al acoso que sufrían y al miedo constante por el regreso de sus captores que nunca fueron detenidos.
“Bajaron sus calificaciones y han debido tomar terapia psicológica todo este tiempo”, apunta.
Lorena asegura que la psicóloga que atiende a Sandra, le recomendó sacarla de aquí, llevarla fuera de la ciudad porque ella no ha superado lo sucedido. Sin embargo, la falta de recursos económicos le ha impedido tomar cualquier medida de seguridad excepto el cambiar de casa.
“Vivimos en casa de renta y andamos de un lado a otro”, dice con el dolor reflejado en los ojos secos ya, luego de tantas lágrimas.
Lorena dice que el temor persiste y por ello, continuamente habla con sus hijos y les da consejos para que se cuiden; de igual forma, hace un llamado a las madres para que estén alerta y no permitan que a sus hijas les suceda lo mismo que a Sandra. A las personas que se la llevaron, les pide que piensen que ellos también tienen hijos o familia y que no se vale que le estén haciendo eso a la gente más humilde.
“Siento mucho coraje por lo que le hicieron a mi hija pero sé que tengo que salir adelante y a pesar del dolor tan grande que traigo aquí –se golpea fuerte el pecho-, le agradezco a Dios que mi hija esté con vida”.
Sandra por su parte, tomada del brazo de su madre, mirando al suelo, se limita a escuchar en silencio. Su cabello es oscuro, igual que su mirada que se cubre con el velo gris de la tristeza continua.
(Con información de El Diario de Chihuahua.mx)
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